lunes, 17 de noviembre de 2008

RACIONALISMO Y VITALISMO


"La naturaleza no tiene sistema; tiene vida, es vida y fluye de un centro desconocido hacia un límite incognoscible."
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GOETHE


Si ha habido una personalidad que logró influir de forma decisiva en la historia del pensamiento moderno, esa fue la del filósofo francés René Descartes. El conocido método cartesiano constituyó el hito más fecundo para el posterior desarrollo del movimiento científico, filosófico y literario del Siglo de las Luces (Ilustración), el cual aportó, a su vez, la piedra angular a los positivistas y cientistas que surgieron en centroeuropa a finales del sigloXIX y principios del XX.

El deduccionismo cartesiano fundamentó su legitimidad en la necesidad de aplicar un método lógico y racional al saber humano. De hecho, Descartes no hizo sino extrapolar sus conocimientos matemáticos y geométricos a la esfera de la vida y de la experiencia sensible, lo que le indujo a la consideración de teorías tan absurdas como la del dualismo mente-cuerpo (res cogitans-res extensa), así como su tesis sobre los "animales-máquinas".

El problema del racionalismo cartesiano reside en el intento de asimilar el mundo inorgánico, mecánico y matemático de la res extensa al mundo de la Naturaleza orgánica del que proceden tanto el cuerpo humano como los animales y vegetales, cuestión que fue criticada tanto por empiristas (Hume) como por positivistas (Mach), aduciendo la excesiva abstracción que el método deductivo imponía en detrimento de la percepción.

Sin embargo, esta polémica no evitó que dicho racionalismo desenbocase en el cuantitativismo de Newton, que más tarde inauguraría el camino para las ciencias físicas de la mano del Círculo de Viena y sus directos sucesores.

Frente a este mecanicismo que desvitalizaba las cualidades intrínsecas de la Naturaleza, se alzaron las voces de artistas e intelectuales durante los años inmediatamente anteriores a la ocupación napoleónica en Alemania. Entre ellos, dos de los más ilustres fueron el poeta Goethe y el filósofo Schelling.

En 1810, Goethe criticaba el newtonianismo en un cuaderno titulado Contribuciones a la Óptica.
En este pequeño librito, pueden leerse frases tan audaces como la siguiente:"Para el hombre atento, la Naturaleza no está ni muerta ni muda en parte alguna". En otros escritos, el genial poeta insistió en que "en conjunto, las ciencias se alejan siempre de la vida, y sólo vuelven a ella después, dando un rodeo", profética frase que debió inspirar a Spengler en su concepción sobre el cíclico final del conocimiento.

Por su parte, Schelling, alumno aventajado de Fichte, elaboró un sistema metafísico en el que entremezclaba el idealismo filosófico junto con convicciones de índole personal, dando origen a lo que se conocería con el nombre de "Naturphilosophie" o "filosofía naturalista".

Según Schelling y Goethe, materia y espíritu convergían en un único principio macrocósmico, cuya esencia creyeron intuir en el "Absoluto Universal", idea inmanentista que luego tomaría de prestado Hegel para sintetizar su célebre "dialéctica".

Goethe propuso que los fenómenos naturales que pueden ser percibidos por los sentidos ayudaban a captar la expresividad de la Naturaleza, aunque ella misma no era el Creador, sino "el ropaje viviente de la divinidad". Así pues, la realidad sensible sólo debía ser entendida como "el órgano de Dios".

Pese a ello, los profundos pensamientos metafísicos de ambos intelectuales no cuajaron y fueron rechazados de inmediato por los científicos positivistas, e incluso hoy día por la práctica totalidad de los filósofos,como muestra L.Geymonat en su obra "Historia del pensamiento filosófico y científico", donde puede leerse en relación con la filosofía naturalista que: "se trata de un turbio abandono a las fuerzas desenfrenadas de la fantasía que ha llegado a producir las absurdidades más ridículas".

Esta fe ciega en la explicación mecánico-causal de los fenómenos naturales e históricos ha desembocado en la renuncia absoluta de abordar la explicación racional de las decadencias de las culturas en términos trascendentes como "alma" o "espíritu". De hecho, todos los historiadores contemporáneos coinciden en la opinión de analizar los procesos históricos mediante relaciones políticas, económicas o tecno-ecológicas.

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